En las últimas décadas, las microfinanzas se han convertido en una industria consolidada en maduros mercados tanto en el sector urbano como rural. Sin embargo, el alcance en zonas campesinas dispersas continúa siendo débil y el desarrollo de las microfinanzas agrícolas son en gran medida un desafío con importantes excepciones: el sector financiero formal ha desempeñado un papel muy limitado en la provisión de servicios financieros a la agricultura en países en desarrollo; en tanto que entidades financieras más locales como las cooperativas de ahorro y crédito, de alguna manera han cubierto estas necesidades de financiamiento.
Las subvenciones a los sectores rurales se han incrementado, no obstante es lento y continúan siendo un gran problema las tasas de interés, por ejemplo. El enfoque de cadena de valor cobra un sentido de relevancia para el financiamiento agrícola y mecanismo para la integración del sector financiero y no financiero. Es así que el análisis de la cadena es clave para conocer las actividades, su ciclo productivo, las interrelaciones entre actores, etc., y sobre esa base realizar intervenciones eficaces.
En las microfinanzas y la economía popular y solidaria ha prevalecido un enfoque de “finanzas solas” sin mucha preocupación por las estrategias de desarrollo de las cadenas.
Existe aún el debate acerca de la relación entre las cadenas de valor agrícolas y el micro financiamiento. En gran medida han sido dos mundos aparte. El punto esencial es que se debe cerrar esta brecha con el fin de desarrollar modelos más apropiados que puedan mejorar las estrategias de las microfinanzas y la economía popular y solidaria para un desarrollo rural más incluyente.
Es de esperar un papel proactivo en lugar de uno pasivo en el ámbito de las microfinanzas en la elaboración y la reorganización de las cadenas de valor agrícolas en aras de promover la eficiencia, la inclusión social y el enfoque de género, por ejemplo. Este punto de vista también puede llevar a promover un enfoque más amplio, recalcando en la necesidad de articular las microfinanzas y la economía popular y solidaria con los procesos de cambio social y provisión de servicios no financieros complementarios.
Sin tal orientación, la contribución del micro financiamiento rural se arriesga a ser cómplice del actual modelo de crecimiento agrícola socialmente excluyente, dominado por los hombres y ambientalmente destructivo.
Para complementar este análisis, es necesario presentar un concepto amplio del “prestatario” en este tipo de financiamiento: la cadena de valor. Se entiende por cadena de valor al conjunto de agentes económicos que participan directamente en el flujo de un producto desde el uso de insumos y su producción hasta el mercado final, incluyendo todos los procesos que añaden valor (acopio, clasificación, transformación, transporte, comercialización, exportación).
La estructura de una cadena de valor es la siguiente:
- Actores de la cadena: son las personas u organizaciones que producen, compran o venden el producto. Es importante resaltar que los actores de la cadena son los propietarios del producto en algún eslabón de la misma. En cada parte de la cadena, el valor del producto sube porque se adapta cada vez más a las necesidades del consumidor.
- Colaboradores de la cadena: a menudo, participan otras personas e instituciones que se ubican alrededor de los actores de la cadena. Los flujos de recursos financieros, información y servicios no se limitan a los actores de una cadena.
Los colaboradores de la cadena pueden proporcionar una amplia variedad de servicios no financieros, desde insumos, mano de obra agrícola, transporte, clasificación, transformación, almacenamiento, envasado, publicidad, investigación, capacitación, hasta asesoramiento u organización, entre otros.
No obstante, los miembros de la cadena también pueden proporcionar varios servicios financieros a los actores de la cadena, que incluyen a prestamistas, cajas de ahorro y crédito, entidades de la economía popular y solidaria, bancos y fondos de inversión, entre otros. - Entorno de la cadena: los actores y colaboradores de la cadena operan en un entorno que comprende la economía más amplia, las tasas de cambio de la moneda, la política económica del gobierno, y el marco normativo, legal, impositivo y de gobernabilidad. Este entorno puede ser favorable para las operaciones de la cadena por ejemplo, al promover una política macroeconómica transparente y estable; o bien puede obstaculizarlas a través de la imposición de restricciones, aranceles, trámites de legalización, etc. Otro elemento del entorno puede ser la influencia ejercida por movimientos de incidencia política, medioambiental y por estructuras sociales de carácter más local.
Desde el lado del análisis de la cadena de valor, la atención por el componente financiero es débil y está limitado a los mecanismos financieros tradicionales que operan dentro de la cadena y sus actores, como el crédito del proveedor, los almacenes de depósitos, la agricultura por contrato, entre otros.
La limitación clave de la coyuntura actual es que el alcance de los servicios es limitado en lo que tiene que ver a su variedad, adecuación de productos y servicios y principalmente su costo, es decir, la tasa de interés, que no son los esperados dada las necesidades de los productores, por otro lado, la falta de especialización financiera de las entidades tiene como consecuencia un costo elevado para los productores, lo que implica indirectamente un proceso de exclusión financiera.
Con estos antecedentes es imperiosa la necesidad de formular modelos de financiamiento para el sector rural que sean sostenibles, específicamente para cadenas de valor y que contemplen todos los factores antes señalados y que involucren la mayor cantidad de actores y como consecuencia se conviertan en herramientas potentes para todos los actores involucrados en el sistema.
En la imagen, una instantánea del proyecto financiado por la AECID: Integración socioeconómica y empleabilidad para la construcción de un contexto estable y con garantías en la Zona de Integración Fronteriza Ecuador-Colombia (ZIFEC).
Las últimas noticias de la zona son que, gracias a la financiación de Roviralta, 300 familias de Nariño están pudiendo hacer frente al Covid 19 y a las consecuencias del conflicto armado. Mediante la mejora de sus cosechas y la comercialización de sus productos, sientan las bases para una vida más estable y próspera.